Sentado en la banca de mi propia incertidumbre, se me acercan a lo lejos promesas de dudas, tan intangibles pero tan reales como una pesadilla, como el sudor frió en mi frente, si fuera Biblia ellas serian mis jinetes del Apocalipsis, si fueran piedras lapidarían cualquier intento de redención a mis planteamientos. Aquí vienen a saciar su hambre infinita de sobre que están hechas las repuestas y no las tengo, no las tengo. Me señalan con el dedo y me apuñalan con su limitada curiosidad y no las tengo, no las tengo, me miran como si fuera un ladrón y me reclaman dignidad para vomitar lo que no he ingerido. La sabiduría les repugna, les quita su razón de ser. Me rodean en una cobarde emboscada, me sitúan como su hijo prodigo prestos e envolverme en su siniestro manto en el que me podría quedar una eternidad, como una madre desnaturalizada que se esmera en arrullarme cuando lo único que quiero es despertar. Ahora están paradas justo al frente mío y me miran impávidas, con sus brazos largos y cansados, siento pena por ellas por que mal que mal son mías, y lloran, lloran por que su hambruna las consume, lloran por que creen que sus lagrimas serán su descanso, pero ellas no saben que son infinitas y que en las penumbras esperaran latentes el próximo llamado. Ahora se acercan y se acomodan encima mío y lloro, lloro con ellas por que son incondicionales, por lo mismo se merecen que les de lo que tanto buscaban...y así sin mas ni menos se desvanecieron mientras yo en mi banca perdí aquella incomodidad
Que me atormentaba…por el momento.

1 comentario:

Isabel Barceló Chico dijo...

A veces es preferible levantarse de esa banca y actuar. Aunque se cometan errores, aunque no se sepa muy bien en qué dirección ir. Todo, menos quedarse quieto y paralizado. Besos y mucho ánimo.